IMPRESIONES: "Anaïs. El deseo consumado", de Lázaro Droznes y Virginia Lombardo
El viernes fui a ver Anaïs. El deseo consumado, espectáculo dirigido por Virginia Lombardo a partir del texto de Lázaro Droznes, en Border
(Comunidad de arte), con las actuaciones de Thelma Fardín, Julián Belleggia,
Esteban Coletti, Fiorella Camji, Emiliano Díaz y Alfredo
Martín. Se daba la feliz coincidencia que tres amigos, con quienes además
he trabajado en el pasado varias veces, coincidían en este proyecto y fue ese el
motivo principal por el que decidí aceptar la invitación: para ver, una vez
más, actuar a Julián Belleggia, Emiliano Díaz y Alfredo Martín, a quienes
quiero y admiro por su demostrado talento.
Por otra parte, el otro gran punto de interés, y motivo
por el que quise ir a ver el espectáculo, es porque hace muchos años, acaso
casi veinticinco, me regalaron el volumen Incesto
de los Diarios (no expurgados) de Anaïs
Nin. Lo leí, entonces, con enorme interés y detenimiento, además, porque
quien me lo regaló quería ver si podía escribirle algo para teatro, un
unipersonal en principio (cosa que, de hecho, nunca hice). Me pareció entonces,
y me sigue pareciendo lo mismo ahora, que la lectura del Diario de Anaïs, de este volumen al menos, es una experiencia
intensa, íntima, perturbadora. Desafía la sensibilidad, la comprensión, las
ideas y creencias personales. A puro oficio de escritura, con las armas de
la buena literatura, la autora va logrando que el lector acompañe su viaje, su
cotidianeidad, su vida. El Diario es
la obra literaria principal de Anaïs Nin, la columna vertebral de su producción.
Todo lo demás (cuentos, artículos, novelas) es satelital al proyecto de obra y
de vida que es el Diario y que es,
sin duda, un hito en la historia de la literatura en general, de la escrita por
mujeres en particular, y de aquellas escrituras que trabajan sobre el erotismo
más específicamente.
El Diario ha tenido dos versiones (en su modo de ser editado y publicado). La versión publicada
en vida de Anaïs y mientras vivían también los muchos personajes/personas
mencionadxs en ellos. Y la versión no-censurada o no expurgada que empezó publicarse
con posterioridad. Esta última no recurre a cambios de nombres, ni a borrar ni
omitir sucesos; no hay en ellos filtro que les impidan decirlo “todo”. Es
esta versión la que contiene todo lo quitado de la primera. De este modo, quien
quiera abarcar la totalidad, deberá tomarse el trabajo de leer ambas versiones
porque mucho de lo publicado originalmente no aparece en los no-expurgados; así, tal vez, logrará una lectura muy próxima a lo que la autora escribió en su
momento en sus cuadernos.
En particular, en Incesto, aquel libro que me regalaran veinticinco años atrás, está, por supuesto, el relato de la consumación, del encuentro sexual entre Anaïs y su padre, contado de forma minuciosa, tanto su génesis y desarrollo, la historia de ese vínculo fundacional, así como el concreto acto de su encuentro sexual, las experiencias compartidas y lo que aquello produjo en ambos. El encuentro sexual con su padre es “la frutilla del postre” de un volumen imperdible en el que Anaïs Nin nos relata sus vínculos amorosos, eróticos, afectivos con Henry Miller, con su marido Hugo, con sus psicoanalistas (a falta de uno, dos, Allendy y Rank), con la mujer de Miller. Es claro que si este relato, que es el Diario, tiene interés, es porque está muy bien escrito, porque es buena literatura, porque lo escribe además una mujer de enorme inteligencia, psicoanalizada y formada ella misma como psicoanalista, y con la gran capacidad de saber ir mucho más allá del retrato detallado de sus prácticas sexuales.
Todo esto es la materia sobre la cual trabaja el
espectáculo Anaïs. El deseo consumado, escrito por Lázaro Droznes y dirigido por Virginia Lombardo.
Intentar trasladar ese material al escenario es, sin dudas,
audaz, riesgoso, y muy difícil de lograr, tal como lo es siempre el proceso de
partir de materiales no-dramatúrgicos, sean narrativos (cuentos, novelas), sean
cartas, sean poemas. Escribir teatro, o intentar escribir una obra de teatro,
con personajes, situaciones y acciones dramáticas, un arco narrativo, un
espacio dramático, es algo que involucra procesos, técnicas, habilidades y destrezas
particulares. Por suerte, hoy por hoy, hay muchos modos de escribir teatro, hay
muchas maneras de entender y practicar la dramaturgia. Hay “textos” que nacen
en un escritorio, el del autor; hay textos que nacen en el escenario, con los
actores; y hay otros tantos procedimientos y combinaciones. Más allá del
proceso de producción, algunos productos funcionan muy bien y otros no tanto. Recuerdo
que, en alguna clase en la EMAD, Kartún nos decía “hay mucha gente que escribe
teatro, pero muy pocos dramaturgos”.
Por suerte, cuando la dramaturgia no es sólida o tiene
problemas, el teatro, permite hasta cierto punto que un adecuado trabajo de
dirección y el empeño, entrega o talento de buenos intérpretes remonten la nave
y la saquen a flote. En este caso, todo el elenco hace un trabajo parejo,
correcto y la actuación va subiendo su potencia creando el arco dramático
necesario hacia la escena final. Thelma
Fardín se carga la dura tarea de crear esta Anaïs y lo hace de un modo
natural, encantador y sin estridencias. Emiliano
Díaz logra componer un personaje enrarecido y con matices en apenas unos
minutos de participación. Esteban
Coletti es muy convincente como Hugh Guller, marido de Anaïs, y ese vínculo
es el mejor explorado del espectáculo y el que tiene más desarrollo real,
escénico, por lo cual logra mostrar más aristas. Alfredo Martín, como el padre, impone una presencia perturbadora,
generando el ambivalente rechazo de la seducción perversa. Julián Belleggia tiene que luchar con unos diálogos difíciles y
logra hacer correcto uso de su energía, su vitalidad, buscando enriquecer un Miller esbozado a
trazo grueso. Fiorella Camji, como
June, tiene una buena participación, pero demasiado breve como para poder ahondar
en sí misma y en el vínculo con Anaïs.
En Anais, el deseo
consumado, lo que sostiene el espectáculo, sin dudas, es la actuación en
primer lugar, y la puesta y dirección en segundo lugar, apoyada también en un buen
diseño luces (Luciana Giacobbe) y en
un muy buen vestuario (Alejandro Mateo)
que nos ubica espaciotemporalmente y nos brinda pistas sobre los personajes.
Progresando de menor a mayor, el espectáculo, a medida que transcurren y se
hilan las diversas escenas, va acercándose al mundo de Anaïs, a su potencia, a
su intensidad y va dejando que el espectador se involucre y reaccione. El
espectáculo logra, finalmente, de ese modo, que el interés por el mundo y la
producción de Anaïs se impregnen, que uno quiera leerla, saber más de ella,
sumergirse en su universo y hacerlo, acaso de un modo más íntimo, propio
de la escritura de un diario, permitirse así la posibilidad de ver, de
asomarse, de asombrarse y conmoverse que da la lectura silenciosa.
Autoría: Lázaro Droznes
Actúan: Julián Belleggia, Fiorella Camji, Esteban Coletti, Emiliano Díaz, Thelma Fardin, Alfredo Martín
Diseño de vestuario: Alejandro Mateo
Espacio escénico: Héctor Calmet
Diseño de luces: Luciana Giacobbe
Música: Mariano Cossa
Fotografía: Nicolás Martínez Gómez
Asistencia De Producción: Natalia Cepeda
Asistencia de dirección: Ana Paula Calmejane, Sebastián Cáneva
Prensa: Paula Simkin
Producción ejecutiva: El León Producciones, Mariela Muerza
Producción Escenográfica: Norma Rolandi
Dirección: Virginia Lombardo
Muchas gracias por esta lúcida, detallada y generosa reseña querido Christian Lange. Un placer leerte!!!
ResponderBorrarHola Christian. Me gustaría aclarar que las obras no se escriben solas. Las escribe un autor. Sería conveniente que lo tengas en cuenta en tus críticas. Saludos de parte del autor de ANAIS. EL DESEO CONSUMADO
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